La duración de la vida humana, o longevidad, está influenciada por la genética, el medio ambiente y el estilo de vida. Las mejoras ambientales que comenzaron en el 1900 aumentaron bastante la esperanza de vida, con mejoras significativas en la disponibilidad de alimentos y agua potable, mejores condiciones de vivienda y de vida, menor exposición a enfermedades infecciosas y acceso a atención médica. Los más significativos fueron los avances en salud pública que redujeron la muerte prematura al disminuir el riesgo de mortalidad infantil, aumentaron las posibilidades de sobrevivir a la infancia y la prevención de infecciones y enfermedades transmisibles. Hoy, las personas en promedio viven alrededor de 80 años en los Estados Unidos, pero otras sobreviven por mucho más tiempo.
Los científicos están estudiando a personas de noventa años (llamadas nonagenarias) y de cien (llamadas centenarias, incluyendo semi-supercentenarios de 105 a 109 años; y supercentenarios o superlongevos, de 110 años o más) para determinar qué contribuye a su larga vida. Han descubierto que las personas longevas tienen poco en común entre sí en cuanto a educación, ingresos o profesión. Sin embargo, las similitudes que comparten reflejan sus estilos de vida. Muchos no fuman, no tienen obesidad y manejan bien el estrés. Además, la mayoría son mujeres. Debido a sus hábitos saludables, estos adultos mayores tienen menos probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas relacionadas con la edad comparados a otras personas de su misma edad, como hipertensión, enfermedades del corazón, cáncer y diabetes.
Los hermanos y los hijos (conocidos como parientes de primer grado) de las personas longevas tienen más probabilidades de conservar su salud por más tiempo y vivir hasta una edad más avanzada que sus pares. A los 70 años, las personas con padres centenarios son menos propensas de tener las enfermedades relacionadas con la edad que son comunes entre los adultos mayores. Los hermanos y hermanas de los centenarios suelen tener una vida larga y, si desarrollan enfermedades relacionadas con la edad como presión arterial alta, enfermedades cardíacas, cáncer o diabetes tipo 2; estas afecciones aparecen más tarde que en la población general. Las vidas más largas tienden a ser hereditarias, lo que sugiere que la genética, el estilo de vida o ambos juegan un papel importante en la determinación de la longevidad.
El estudio de los genes de la longevidad es una ciencia en desarrollo. Se estima que alrededor del 25 por ciento de la variación en la duración de la vida humana está determinada por la genética, pero no se conoce bien qué genes y cómo contribuyen a la longevidad. Algunas de las variaciones comunes (llamadas polimorfismos) asociadas con períodos de vida prolongados se encuentran en los genes APOE, FOXO3 y CETP, pero no se encuentran en todos los individuos con una longevidad excepcional. Es probable que las variantes en múltiples genes, algunas de los cuales no están identificados, actúen juntas para contribuir a una vida larga.
Los estudios de secuenciación del genoma completo de supercentenarios han identificado las mismas variantes genéticas que aumentan el riesgo de enfermedad en personas con una esperanza de vida promedio. Sin embargo, los supercentenarios también tienen muchas otras variantes genéticas recientemente identificadas que pueden promover la longevidad. Los científicos piensan que durante las primeras siete u ocho décadas, el estilo de vida es un determinante más fuerte de la salud y la esperanza de vida que la genética. Comer bien, no beber demasiado alcohol, evitar el tabaco y mantenerse físicamente activo permite a algunas personas alcanzar una vejez saludable. De ahí que la genética parece jugar un papel cada vez más importante en la salud de las personas a medida que envejecen hasta los ochenta años y más. Muchos nonagenarios y centenarios pueden vivir de forma independiente y evitar enfermedades relacionadas con la edad hasta sus últimos años de vida.
Algunas de las variantes genéticas que contribuyen a una vida prolongada están relacionadas con el mantenimiento básico y la función de las células del cuerpo. Estas funciones celulares incluyen la reparación del ADN, el mantenimiento de los extremos de los cromosomas (regiones llamadas telómeros) y la protección de las células del daño causado por moléculas inestables que contienen oxígeno (radicales libres). Otros genes que están asociados con los niveles de grasas (lípidos) en la sangre, la inflamación y los sistemas cardiovascular e inmunitario contribuyen significativamente a la longevidad porque reducen el riesgo de enfermedad cardíaca (la principal causa de muerte en las personas mayores), accidente cerebrovascular y resistencia a la insulina.
Además de estudiar a las personas longevas en los Estados Unidos, los científicos también están estudiando algunas comunidades en otras partes del mundo donde las personas suelen vivir hasta los noventa años o más: Okinawa en Japón, Ikaria en Grecia y Cerdeña en Italia. Estas tres áreas son similares en el sentido de que están relativamente aisladas de la población general de sus países, tienen ingresos más bajos, están poco industrializadas y tienden a seguir un estilo de vida tradicional (no occidental). A diferencia de otras poblaciones de personas longevas, los centenarios en Cerdeña incluyen una proporción significativa de hombres. Los investigadores están estudiando si las hormonas, los genes específicos del sexo u otros factores pueden contribuir a prolongar la vida de hombres y mujeres en esta isla.
Artículos de revistas científicas para información adicional (en inglés)
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